Muchos desde niños persiguen sueños.
El de Mike era ir a la universidad para convertirse en asustador. Cuando
llega ese esperado momento, sus desmesuradas ilusiones se tropiezan con
Sulley, un estudiante vago que va de sobrado que no le va a poner tan
fácil su estancia en el campus.
Han pasado 12 años que el público se sumergió en este encantador y horripilante mundo, donde se presentó al pequeño Mike Wazowsky y al grandullón James P. Sullivan,
los empleados de Monstruos S.A. Mal que les pese a los fans de Boo,
esta precuela, la primera de la fábrica Pixar, se centra en cómo se
conocieron los dos personajes.
Como toda historia antecesora que se precie, la película tiene en su contra la falta de originalidad, ya se sabe lo que va a pasar.
En este caso además se suma que la cinta de 2001 poseía una
singularidad sine qua non: mostrar cómo viven los monstruos y cómo se
encargaban de asustar a los niños. Sin duda ese guion sobrepasó el ingenio hasta entonces visto en las tramas infantiles.
Dan Scanlon, trabajador de otros títulos de los estudios de animación, toma el testigo de Pete Docter, Lee Unkrich y David Silverman
y se encarga de llevar a cabo el proyecto, ambientado en un campus
universitario. La facultad es la de sustos, pero al más puro estilo
americano estudiantil, donde se aprecia la vida de la universidad, las
hermandades, las mascotas, los torneos deportivos, etc.
Un filme complejo y con larga
preparación, como son todos los de Pixar: cada producción de la compañía
de la lámpara flexo tarda una media de cinco años. Los avances
tecnológicos permiten al público zambullirse en la peculiar universidad,
a las órdenes de un guion que aunque está escaso de brillantez, posee
personajes carismáticos así como divertimento.
Como siempre, técnicamente el resultado es un proyecto de diez,
sabiendo hacer posible todo lo que la imaginación desea. Todo el
contexto juvenil se recoge en el mundo fantástico con mucho colorido y
sin pasarse en estridencias. Algunas escenas incluso recuerdan a los
globos de Up.
Ver el comienzo de la relación entre el peluche gigante y la pelota monocular es muy curioso,
al tratarse de dos de las figuras más queridas de Disney. Ahora (o
antes) les acompañan Terry y Terri, Art, Squishy, la Decana
Hardscrabble, cuyo carisma y morfología se han esbozado con todo
detalle.
Pixar ya cruzó con Toy Story
la barrera impuesta de la narrativa infantil, estructurada siempre en
roles estereotipados y con mucha moralina final. La nueva animación se
desligaba de la cursilería y se basaba en cuentos con protagonistas un
poco más infortunados. Y salvo excepciones como Brave, han mantenido la filosofía. La compañía californiana repite su esquema argumentativo, sello de la casa: perseguir un sueño, y siempre al lado de buenos amigos.
Que no falte la camaradería, como ya profetizaban Buddy y Buzz
Lightyear. Esta es la senda por la que transcurre Monsters University;
por lo demás no ofrece más novedades, pero sí unas cuantas risas. Su
historia es previsible, aunque en el guion hay espacio para las
sorpresas.
Emotiva sin caer en lo ñoño, es un homenaje a la lucha de los sueños, al conocerse a sí mismo, al entusiasmo y a la amistad.
Su fuerza radica en los estrambóticos secundarios, y en el cosmos que
se percibe; más que expertos en tecnología 3D, los animadores de la
productora parecen diseñadores del mundo de Fantasía de “La historia
interminable”, donde sus criaturas superan las expectativas gracias a
las nuevas herramientas.
Siendo conscientes de que Pixar puede dar mucho más, esta aventura también conquista al espectador.
Lo mejor: Diversión asegurada, y las pruebas del concurso, un ejemplo de todo el potencial “pixeriano”.
Lo peor: La chispa ingeniosa de la antecesora es difícil de superar.
Nota: 75/100
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